El
establecimiento, el 25 de septiembre de 1946, del México City Group,
marca el inicio de Alcohólicos Anónimos en nuestro país. El camino que
se ha recorrido desde aquel entonces es largo y lleno de experiencias;
marcado por una forma particular, de acuerdo a nuestra idiosincrasia, en
su crecimiento y evolución de la comunidad que nació en Akron, Ohio, en
1935.
México ha escrito su propia historia, hoy podemos contar
con los documentos y libros donde ha quedado impresa, testigos no sólo
del pasar de los años sino de la experiencia acumulada que nos ha sido
heredada para no repetir los mismos errores. Se dice que quien no conoce
su historia está condenado a repetirla, esto puede ser tan cierto a
nivel individual como a nivel comunidad, es decir, Alcohólicos Anónimos
como un todo.
En la pasada XLVII Conferencia Mexicana fue
presentado a los 82 delegados de nuestro país, el libro Alcohólicos
Anónimos en México, segunda parte, de donde extraemos algunos de los
hechos más importantes a lo largo de las últimas cuatro décadas de AA en
México. En el prólogo podemos leer: La historia de Alcohólicos Anónimos
en México es maravillosa por la manera especial en la que se desarrolló
a través de los años, las experiencias vividas la han conducido a ser
lo que hoy es, una comunidad sólida y con una gran presencia en el país.
En este libro encontrarás la manera en que esta comunidad ha
crecido en las últimas cuatro décadas. Una serie de acontecimientos que
en la mayoría de los casos han sido dolorosos, pero que se ha sabido
sacar provecho de ellos y, finalmente, esa ha sido la base de su
desarrollo en México. En la primera década recorreremos el camino de
cómo empezó a formarse la estructura; los grupos a partir de 1969; la
formación de la Oficina de Servicios Generales (OSG); la gran
importancia de los congresos y convenciones nacionales, y el nacimiento
de la revista Plenitud AA. En la segunda década encontraremos el boomen
el crecimiento de grupos, así como la fragmentación de la comunidad y la
manera de cómo empezó su reestructuración.
La tercera década
(1991-2000) nos lleva por una nueva forma de relacionarnos con las
instituciones a través de los convenios de colaboración. El doble
estigma se incrementa en nuestros nuevos compañeros. Crece el número de
grupos, al igual que las áreas y como consecuencia, también la OSG. En
la cuarta década (2001-2010) la transmisión del mensaje se formaliza en
las instituciones, al tomar auge las semanas dedicadas a la información
pública, las instituciones correccionales, los centros de tratamiento y
la radio. Existe también la preocupación para motivar la práctica de
nuestros
Tres Legados a través de talleres. El crecimiento en
nuestro país llama la atención en países hermanos (latinoamericanos),
quienes empiezan a solicitarnos el apadrinamiento formal.
El
apadrinamiento, la experiencia vivida y el capitalizar errores, vienen a
ser parte importante en la consolidación de cualquier estructura a
nivel mundial, y Alcohólicos Anónimos en México no fue la excepción.
El
desarrollo en los primeros años fue demasiado lento, y no fue sino
hasta el 16 de diciembre de 1956, diez años después, cuando se registra
el que sería el segundo grupo en México llamado “Hospital Militar”, que
se formó en las instalaciones del Hospital Militar de la Ciudad de
México, donde los principales promotores fueron el doctor José González
Varela y quien fuera uno de los principales iniciadores de Alcohólicos
Anónimos en el país: el mayor Joaquín V. Barrón.
Este lento
crecimiento en los primeros años se debió, en cierta forma, a que los
alcohólicos mexicanos tenían ciertas dudas de que un programa que nació
en Estados Unidos, para una sociedad con características muy diferentes a
las nuestras, pudiera funcionar en nuestro país. Existían muchos
prejuicios en contra de Alcohólicos Anónimos, porque la gente pensaba
que era algo que los estadounidenses trataban de imponer y que AA estaba
en contra de la naturaleza de los mexicanos. Se decía que estaba bien
para los anglosajones pero no para los latinos. Desde sus inicios en
México, Alcohólicos Anónimos sufrió un proceso de “mexicanización”, lo
que provocó que los diez años siguientes de la formación del primer
grupo, fueran de acoplamiento y de poner a prueba la pureza y la
integridad del programa que formulara Bill W. En un esfuerzo por lograr
que el programa de Alcohólicos Anónimos estuviera acorde con la
idiosincrasia de los mexicanos, el doctor Ezequiel Millán —quien fuera
médico de cabecera de Fernando Ibarrola y uno de los primeros
colaboradores no alcohólicos de los muchos que en un futuro tendría la
comunidad— sorprendido por el cambio operado en Fernando, asistió a
algunas reuniones del “México City Group” y pronto se convirtió en un
colaborador incansable. A pesar de ser ginecólogo, su vocación por
ayudar al alcohólico, le hizo documentarse en materia de alcoholismo y
utilizar la catarsis que se seguía en las reuniones de Alcohólicos
Anónimos y aplicar los criterios sobre alcoholismo de la Organización
Mundial de la Salud (OMS); trabajos elaborados por el Comité de Expertos
en Higiene Mental del cual formaba parte el Prof. Elvin Morton
Jellinek, prestigiado especialista que contribuyó a definir el
alcoholismo como enfermedad y a quien el Dr. Millán había conocido en
algunas conferencias a las que había asistido, por lo que surgió entre
ellos una estrecha amistad debido a la afinidad de sus estudios.
En
un principio, el doctor Ezequiel Millán, con el apoyo del sector salud,
se dio a la tarea de formar varios grupos de terapia en unos
dispensarios, por lo que logró que algunas personas se recuperaran.
Estos
pequeños grupos pronto serían conocidos como un nuevo movimiento: la
Asociación Mexicana de Alcohólicos en Rehabilitación (AMAR) que
pretendía, de esa manera, sustituir al movimiento de Alcohólicos
Anónimos pero a la mexicana; algo parecido a AA, pero no igual.
Aunque
AMAR estuvo registrada en la oficina de Nueva York como un grupo de
Alcohólicos Anónimos, al poco tiempo se separó de la comunidad, ya que
no se ajustaba a sus principios y a sus recién adoptadas Tradiciones.
Para
1956, sólo dos grupos se habían establecido en la Ciudad de México: el
“México City Group” y el “Hospital Militar”. Este lento crecimiento
transcurrido en diez años, parecía mostrar que Alcohólicos Anónimos no
tendría éxito en México. Pero lo que en realidad sucedía, era que en ese
tiempo se establecían las bases que fortalecerían el sentido de pertenencia y lealtad hacia el programa.
Sobre
todo, Alcohólicos Anónimos encontró acomodo en la manera de ser de los
mexicanos, y al delinear los rasgos y métodos por los que habría de
conducirse en el futuro, por fin los primeros miembros encontraron la
fórmula para que AA estuviera dentro de la idiosincrasia de los
alcohólicos
anónimos mexicanos. Aunque pareciera que todo el
esfuerzo fue inútil, el trabajo de los primeros alcohólicos y no
alcohólicos, empezó a rendir frutos. De pronto empezaron a surgir grupos
en distintos puntos de la República Mexicana que trabajaban de una
manera aislada a los de la Ciudad de México.
Para el año de 1963,
ya existían 19 grupos de Alcohólicos Anónimos en varias ciudades de la
República Mexicana: Guadalajara, Mérida, Tampico, Río Grande y Ciudad de
México, entre otras. La luz de la esperanza se había encendido, y al
igual que Bill y el Dr. Bob cuando vieron que este mensaje podría llegar
a muchísimas personas, también los alcohólicos anónimos en México se
entusiasmaron con esto. ¡Qué lejos estaban de imaginar que colocaban las
primeras piedras para lo que llegaría a ser la segunda estructura más
grande a nivel mundial! Sirva lo anterior para que como miembros de esta
gran comunidad seamos partícipes de nuestra historia y conozcamos más a
fondo nuestros orígenes y desarrollo. En este libro podrás ser testigo
—a través de cinco capítulos “Construyendo la capital del espíritu”,
“Dolores de crecimiento”, “Reestructuración”, “Transmitiendo el mensaje”
y “Nuevo siglo, nuevo reto: AA nunca se rendirá”— de la maravillosa
historia de nuestra comunidad.